4
Esta naturaleza interna, en la medida en que nos es conocida hasta
el momento, no parece ser intrínsica, primordial o necesariamente
perversa. Las necesidades básicas (vida, inmunidad y seguridad,
pertenencia y afecto, respeto y autorespeto, auto-realización),
las emociones humanas básicas y las potencialidades humanas
básicas son, según todas las apariencias, neutrales,
premorales o positivamente buenas. El ansia de destrucción,
el sadismo, la crueldad, la malicia, etc., parecen hasta ahora no
ser de naturaleza intrínseca, sino más bien reacciones
violentas contra la frustración de nuestras necesidades
intrínsecas, emociones y potencialidades. La ira no es mala
en sí misma, como tampoco lo es el miedo, la pereza
e incluso la ignorancia. Naturalmente, estas cosas pueden llevar
—y de hecho llevan—
al mal comportamiento, pero no necesariamente. La naturaleza humana
no es ni mucho menos tan mala como se creía. De hecho puede
afirmarse que tradicionalmente se han venido subestimando las potencialidades
de la naturaleza humana.
5
Puesto que este naturaleza interna es buena o neutral y no mala,
es mucho más conveniente sacarla a la luz y cultivarla que
intentar ahogarla. Si se le permite que actúe como principio
rector de nuestra vida, nos desarrolaremos saludable, provechosa
y felizmente.
6
Si se niega o intenta abolir este núcleo esencial de la persona,
ésta enferma, unas veces con síntomas evidentes, otras
con síntomas apenas perceptibles; unas veces como resultado
inmediato y otras con alguna posterioridad al establecimiento de
la causa.
7
Esta naturaleza interna no es fuerte, dominante e inequívoca
como el instinto lo es en los animales. Es débil, delicada,
sutil y fácilmente derrotada por los hábitos, presiones
sociales y las actitudes erróneas a su respecto.
8
Aún cuando es débil, raramente desaparece en las personas
normales e incluso puede ser que tampoco desaparezca en las enfermas.
Aun cuando se la niegue, perdura calladamente presionando de continuo
por salir a la luz.
9
Hay que conjugar de algún modo estas conclusiones con la
inevitabilidad de la disciplina, privación, frustración,
dolor y tragedia. Estas experiencias resultan convenientes en la
medida en que revelan y actualizan nuestra naturaleza interior.
Resulta cada vez más claro que estas experiencias guardan
relación con un sentimiento de consecución, de fortaleza
del ego y, en consecuencia, con un sentimiento de autorrespeto y
autoconfianza saludables. Quien no ha conseguido, resistido y superado,
sigue dudando de su propia capacidad de hacerlo. Esto resulta
cierto no sólo si lo aplicamos a los peligros que vienen
desde fuera; lo es también en cuanto a la capacidad de control
y dilación de los propios impulsos y, por lo tanto, de serenidad
ante ellos.
|