bakakaba
Carlos Miragaya
2 Alemania era un lugar donde el progreso tecnológico
y el del bienestar cavaban aunados el futuro. Millones de
electrodomésticos flotaban como figuras de Chagall
en los nubosos cielos y Goethe pulsaba el laúd majestuoso
y cavilativo en el capitel de una columna de pensamiento que
se abría paso por entre los electrodomésticos. El sol
era un rutilante Deutsche Mark introduciéndose en el
róseo lomo del cochinillo de la suerte.
3 Estos
ibéricos ojos vieron al dar aquí en Alemania,
ante todo, el silencio (sin duda lo más inexistente
en España). Las aceras, tal cual informaban quienes
lo habían visto, se plegaban ciertamente por la tarde con
un chasquido metálico (alguien había accionado
un interruptor central en algún sitio). Se hacía
la oscuridad, el silencio, la quietud. Una o dos bombillas
quedaban suspendidas sobre la nación para velar el
sueño y para que se pudiera ir al W.C. No había
TV a partir de temprana hora de la noche. Quedaba sólo
una voz de mujer en la radio manteniendo despiertos a los
camioneros. El silencio tocaba fondo. Se escuchaba el propio
torrente sanguíneo y los pensamientos eran pequeños
cortometrajes acaeciendo en el no tiempo del silencio posado
sobre la quietud absoluta.
A esta
mirada ibérica le aconteció semejante cosa que
a Cartesius en este mismo lugar y no tiempo: me puse a mirar
"mis" pensamientos. Reparé en que esos pequeños
cortometrajes que acontecían en el silencio se llamaban
unos a otros ininterrumpidamente y parecían querer
agotar sus innúmeras (y crecientes debido al fruto
del mutuo trato) posibilidades combinatorias. Cualquier elemento
de cualquiera de esas peliculitas podía llamar a otro
o a varios elementos de otra o muchas peliculillas relacionadas
entre sí por algún elemento común, simple o
complejo. Me quedaba contemplando en el no tiempo del silencio
posado sobre la quietud absoluta el crecimiento de esta asombrosa
espuma de imágenes. Reparé asimismo en que cualquier elemento
o suceso del medio circundante convocaba por idéntico procedimiento
a cuanto tuviese cualquier tipo de relación con ello. Y en
el no tiempo del silencio posado en la quietud plena acontecía
entonces el cortometraje en el que todo cuanto convocado eran
actores. Vi que los corto o largometrajes operaban en mí una
realidad vívida. Me supe entonces títere de ello. Comprendí
que la actividad del pensamiento era mi conciencia. Que ésta
era todas las variopintas largas y cortas peliculitas que
hay en mí. Todas me eran conocidas: hablaban de mí; eran mis
recuerdos, mis experiencias, mis pensamientos; lo que había
leído, visto y oído: eran mi pasado, mi memoria. Ello todo
era yo. Y yo era España. Ella había depositado en mí su herencia
de siglos: su cultura, costumbres, tradiciones, manera de
entender la vida, de ser y estar en el mundo. Comprendí que
durante todo el tiempo que yo había morado en España la ubre
nacional no había dejado de tener enterrado su pezón en mí,
para que yo fuere a imagen y semejanza suya. Vi esto como
la suma tiranía (infligida por el solo hecho de nacer y residir
en un determinado lugar). Vi claro que lo que España había
puesto en mí (acervo o herencia cultural, esa "identidad"
fraguada en mí) era lo que, en verdad, miraba el mundo en
derredor. Vi, al darme cuenta de esto, que el patrimonio,
la identidad..., todo cuanto había en mí, deformaba a tal
punto los hechos de lo real que era como si no los viera en
absoluto. Todo era remitido al sistema o código de referencia
de lo existente en la memoria. (Y comenzaban las peliculitas.
Y éstas movían a su títere.) Vi que, aquí, había igual cuestión
que en la mecánica cuántica respecto a lo (sic) observador
y lo observado: lo observador (medición) interfiere por el
mero hecho de observar en lo observado. La interferencia (acción)
de lo observador en lo observado imposibilita conocer lo observado,
tal cual sea en ausencia de lo observador. Eliminar los efectos
de la presencia de lo observador en lo observado no se puede
(en el caso de la mecánica cuántica): eliminar la acción sobre
lo observado de los instrumentos de observación, la del laboratorio
donde se realiza el experimento (medición, observación), la
de los propios científicos que han diseñado el experimento
(sin considerar ahora la acción sobre lo observado que indudablemente
implica la estructura conceptual misma de la que nace el experimento),
la del lugar donde esté sito el laboratorio, la de la Tierra
misma en la que está todo lo otro, la del sistema solar en
el que la Tierra es parte de un equilibrio, la de la galaxia
en torno a la que orbita nuestro sol de cada día, la del cúmulo
de galaxias en el que lo denominado nuestra galaxia es un
equilibrio inmensamente mayor pero no separado de todo cuanto
dicho, la del supercúmulo de galaxias en el que nuestro cúmulo
es parte en relación con todo lo otro... No se puede. (¿Qué
es y dónde depositar algo abstraído fuera del Universo?) En
este punto es interesante lo escrito por Einstein en su librito
sobre la relatividad acerca de la imposibilidad de observar
(medir, conocer) sin un sistema previo de referencia al que
remitirse: "conocer" es comparar. Lo que mira -en este caso
todo cuanto España había depositado y cuanto a diario el entorno
intenta depositar en mí-, era el sistema previo de referencia
con el que, remitiéndose a él, medir, comparar, conocer, reaccionar
a conforme a. Ello era lo observador. Su sola existencia imposibilita
la observación de lo observado. Mi asombro no conoció límites.
¡No sólo yo era un organismo regido por un programa psicológico
heredado, sino además, ese programa psicológico heredado,
y que transmitimos, hace que existamos en una suerte de quimera!
Federico, el bigotudo de Sils-Maria, dejó escrito en su sorprendente
necrología con la que dijo adiós al mundo y a los hombres,
que su yo era un perro que le seguía a todas partes, y que
es menester nacer una segunda vez, si no se quiere conocer
la indecible desdicha de morir sin haber logrado nacer.
Eso
bastó para que se desmantelase en lo absurdo todo ese constructo
(adn-psicológico) heredado. España, español, lo español...
desapareció como si hubiese pinchado un globo. Con ello, y
por las mismas razones, cualquier otro globo semejante. La
autoridad se tambaleó en lo alto de la milenaria columna de
la costumbre y dio de bruces donde le corresponde. La revolucionaria
resolución tomada por Cartesius (que aquí no incluye en absoluto
el método) de retirar el crédito a todo cuanto hasta entonces
había creído y emprender en consecuencia uno mismo la tarea
de guiarse, ni hubo de ser encarada: el cordón umbilical psicológico
que me hacía operar conforme a los contenidos depositados
en mí, se tajó por sí sólo nada más visto (discernir) lo dicho.
Cesé completamente para todo ello. Nací por segunda vez. Mi
antiguo yo es ahora un perro refunfuñador atado por sí mismo
con una cuerda a la estaca de lo conocido: la memoria. Y entonces
vi Alemania como si no tuviese ni el más mínimo informe al
respecto. Y no se es ya un extraño a la Tierra, ni a la Natura,
o a lo que sea el Universo, mas sí respecto a los diversos
programas psicológicos que agitan y atosigan sin tregua a
la mayoría de los hombres por la vida. Y esta mirada "ibérica"
ya no ve más que lo que hay. Y se trata exclusivamente con
hechos. Y lo que hay es lo que hay, labrado por nosotros mismos
conforme a lo heredado. Resulta claro que, si cesamos para
estas diversas programaciones heredadas de sus respectivas
culturas (el tronco de la vida a fin de cuentas es uno), no
habría tanto conflicto como el que se manifiesta, pósese donde
pósese, una no modelada mirada: Y sin haber menester andar
a caza el entendimiento, será visto guisado lo que se ha de
comer y entender.
© Carlos Miragaya. Düsseldorf, 1998
1 Goya. Disparates. "Contra el bien general".
Detalle. Del catálogo "GOYA" de la Fundación
Juan March para las exposiciones habidas en 1988 en la Bayerische
Akademie der Schönen Künste (München), en la
Haus der Jugend (Wuppertal-Barmen) y en el Stadtmuseum de
Düsseldorf. Fotografía: Alfonso C. Pérez.
2
Carlos Miragaya, Barcelona 2003. Foto: Oliver Duch.
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Publicado
en traducción alemana de Andrea Mesecke en TRANVÍA,
Revue der Iberische Halbinsel, Heft 51, Miradas ibéricas,
Iberische Blicke auf Deutschland und die Deutschen. Berlín, 1998
Page by Carlos Miragaya (ACMYM.DE)
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